domingo, 17 de mayo de 2015

La persecución a los cristianos y el silencio de Occidente


Por Myriam Altolaguirre

  Escuchamos a diario cantidad de “noticias” referidas a la persecución que sufren los cristianos en los alrededores del Mar Mediterráneo. Siria, Iraq, Egipto son algunos de los países que más resuenan en nuestros dolidos oídos.



Decimos “noticias” por utilizar una palabra, pues es evidentísimo el silencio descarado que se está cerniendo sobre este asunto. Solamente algunas páginas web, la mayoría católicas (Aciprensa, S.O.S Cristianos en Siria, Diario el prisma, infobae, aleteia…), le dedican tiempo a esta cruda realidad que está viviendo la Iglesia en Oriente Medio. Y, por supuesto, si la cosa cuenta con drama (como el sufrimiento de los niños) y escenas cruentas, pues entonces sí es noticia en El Trece.



¿Nos asombra esta mudez, este disimulo y ocultación? Sí, asombra porque es tremendo. Asombra porque “nadie hace nada”. Asombra porque entre las personas “escandalizadas” que hayan escuchado algo del tema, nos enteramos que el mundo está votando por twitter y face los modos de torturar a un cristiano. Asombra porque es una afonía diabólica y mundana…

Y justamente por esto último debiera traernos seguridad y un renovado amor a la Iglesia. ¿Qué signo más evidente que éste para entender que es la Única Verdadera?, ¿qué muestra más real queremos que nos dé el maligno para manifestarnos su odio infinito por los verdaderos hijos de Dios? Hasta ahora, ningún mormón, testigo de Jehová, budista o indú ha sido siquiera interrumpido en sus prácticas religiosas; menos aún perseguido y asesinado. Por lo menos ninguna de esas creencias es tan detestada como la católica, ni han sufrido jamás hostigamientos como los nuestros.

Unido al motivo religioso, está el móvil histórico. Claro, es que la Historia no se entiende sin el Cristianismo, bálsamo que le otorga sentido y coherencia.

Yendo al quid de la cuestión: los musulmanes nos odian. Su yihad, comenzada allá por el siglo VII de la era cristiana, no ha de acabarse o detenerse porque estemos en pleno siglo XXI, paladín en todas las formas de tolerancia y libertad humanas. Ninguno de los sentimientos de esta temible y teocrática religión, para con nosotros, los cristianos, han cambiado; eso lo podemos aceptar como verdad de fe.
Si supiésemos quiénes son en realidad esos terroristas que vemos en las películas de acción yanquis… Si estudiásemos Historia veríamos con claridad el motivo de tanta matanza sin pizca de piedad. No estamos hablando de “una guerra más” o de “unos cuantos atentados más en la lista de estos locos fanáticos”… no, no.

La complicada relación comenzó con Isaac e Ismael. Hijos de Abraham, uno legítimo y el otro no; uno tuvo por madre a Sara, esposa del patriarca, y el otro a Agar, sierva de la casa; uno fue el depositario de la promesa, el otro fue bendecido también con una enorme prole. Ambos, padres de dos naciones importantísimas y cruciales: Isaac del pueblo judío, y de los ismaelitas o árabes, cientos de años más tarde, en el siglo VI, surgirá Mahoma y con él la religión islámica. Un gran misterio envuelve al musulmán. Ellos son los descendientes de nuestro hermanastro, entendiéndonos herederos de Isaac.
Como bien explica H. Belloc, el islam es la herejía más grande que ha surgido de la Iglesia, la más duradera y la que más hará tambalear la Barca de Pedro en los últimos días. Porque siendo herejía, se convirtió en una religión aparte, cazadora del cristianismo (a quien debe su origen) y persistente hasta nuestros días. Mahoma presentó una religión con muy pocas de las ideas paganas de su raza, pero en cambio, bañada de doctrina cristiana; eso sí, relajadísima, sin tantas “trabas morales”, ni saturada de ritos inentendibles (todos los sacramentos), más “humana y sensual”.

Desde su nacimiento el islam ha luchado para conquistar y convertir por medio de la violencia a territorios y hombres. Su gran y primera expansión, con la que arrasaron la mitad de la civilización cristiana invadiendo todo el Levante cristiano, África y España, fue causa de las cruzadas; cuando tomaron los Santos Lugares sometiendo y matando a cristiano que se les cruzara, e impidiendo el paso de las peregrinaciones. Esta guerra, iniciada en el año 1095 con el Concilio de Clermont, duró “oficialmente”, sin contar anteriores y posteriores luchas diríamos independientes, 200 años en su frente oriental; y 800 años en suelo español, desde el 711 hasta 1492.

Es decir, que fueron el telón de fondo de toda la Cristiandad o Edad Media, como se la conoce. Y sólo la resistencia esforzada y valerosa de nuestros antepasados, y la intercesión divina siempre a nuestro favor, nos preservó del ataque y destrucción.Pero en las cruzadas fracasamos al no aniquilar por completo la temible herejía… si así hubiese sido, hoy quizás no nos lamentaríamos al leer Aciprensa.
Dice Belloc que nunca antes un ataque a la Europa cristiana había sido tan violento y súbito, y, encima, duradero. El islam es la única herejía que ha sobrevivido y fortalecido porque surgió fuera de la Iglesia y se siguió alimentando de “conversos” paganos. Y no de cualquiera, sino de los asiáticos, que poseen esa uniformidad de ánimo, como la llama nuestro autor, que los hace fácil de homogeneizar, más todavía, presentando una religión distinguida por su simplismo y teocracia.

El enfrentamiento entre Europa y Asia es histórico. Y está plasmado en sus religiones. Isaac e Ismael. Eso no cambiará. Desde la conquista romana hasta el surgimiento islámico, la marea corrió hacia el Este; pero con la propagación musulmana la marea empezó a fluir hacia el Oeste. A partir de entonces, serán constantes sus intentos por destruir la Cristiandad. El último y más grande fue a fines del siglo XVII, cuando ya Viena había sido tomada; nos salvamos gracias al ejército cristiano del Rey de Polonia.
Lo que pasó en el siglo siguiente, fue que el poder musulmán decayó en cuanto a lo material. Hoy no podemos imaginarnos los lujos culturales y materiales de una civilización islámica en apogeo, como sí la conocieron los europeos de esa época. Ellos pensaban en los musulmanes como nosotros en los socialistas-ateos; la posibilidad de ataque era siempre actual y poderosa.

Pues bien, es muy probable que la resurrección musulmana se dé de un momento a otro, y el formidable conflicto entre la cultura cristiana y su mayor oponente por más de mil años, se renueve. Porque lo que éstos han perdido, es el poder temporal y material; factible de recuperar. Pero la adhesión de millares de personas (que siguen aumentando mientras los europeos abortan y dejan de criar) y su inconvertibilidad acérrima, siguen en pie. Esto último es un punto grave a considerar: el mahometano nunca se hace católico. Los intentos de misioneros cristianos no dieron fruto en más de 500 años de trabajo, desde San Francisco Javier, y no lo darán, más que alguna conversión personal por obra directa de la Misericordia de Dios.

Para concluir con este tema que nos brinda entusiasmo para escribir 100 páginas más, Hilaire Belloc afirma sabiamente que las culturas surgen de las religiones. Varios autores y pensadores críticos de la realidad actual (entre ellos, el autor que venimos siguiendo H. Belloc, Calderón Bouchet y John Senior), aseguran que estamos asistiendo, en primera fila, a la destrucción de la civilización cristiana. Repetimos destrucción de la civilización cristiana.

“Bueno… -pensará la mayoría-¡qué exageración! nos quedamos sin tantos curas, sin los tabú de temas como aborto y homosexualidad… y nada más; seguimos igual. ¿Qué tanto problema?”. Nos quedamos sin nada de lo que hasta ahora hemos tenido. Es la caída de Roma actual… se nos viene el fin del mundo. En realidad, no somos muy capaces de advertir con seriedad tal cambio porque somos hijos de nuestro tiempo, y ya estamos inmersos en la revolución. Pero cualquiera que vea un poco más allá de sus narices percibe el cambio radical en el modo de vida que llevamos y el ataque constante, monótono y tenaz hacia “las cosas” que desde siempre han sido así (gracias a las sólidas bases greco-romano-cristianas que tenemos); hacia valores, conceptos e instituciones, diríamos, tradicionales… la religión y la Iglesia, la Patria, el trabajo, la Historia, la familia, el matrimonio, la procreación, la sexualidad y el pudor, la obediencia versus libertad, etc., etc. Y todo lo que cada “valor tradicional y cristiano” supone y arrastra consigo.

Bien. ¿Qué credo vendrá a sustituir al católico/cristiano? Un nuevo orden mundial se impuso después de la Gran Guerra, el de la democracia como estilo de vida. Pero este absurdo laicismo ¿será suficiente?, ¿se mantendrá subsistente? No lo sabemos. Por otro lado, como bien comenta el historiador inglés, el islam no es opuesto al progreso y bienestar económico-científico que el liberalismo alaba, más aún, lo promueve; sí es contrario a la democracia... pero su fuerza avasalladora, sea por fuerzao convicción, es enorme.

Recapitulando un poco, acerca de nuestros hermanos cristianos que en este mismo momento están sufriendo de todas las maneras imaginables en las que puede sufrir un hombre, nos vienen a la cabeza varios pensamientos.La Comunión de los Santos es una verdad de Fe que muy pocas veces tenemos presente. Somos un Cuerpo Místico. Estamos unidos y relacionados. Nuestras flaquezas y negligencias repercuten en toda la Iglesia.Lo menos, lo indispensable que debemos hacer, por justicia para con Dios y con el prójimo (ni siquiera es caridad, sino un deber) es hacer bien lo que nos toca.



No nos olvidemos de los cristianos perseguidos, no nos acostumbremos a escucharlo en las noticias y "admirar" horrorizados las torturas. ¡No podemos olvidarlos!, ¡no debemos! ¿Quién está exento acaso del sufrimiento y de la prueba suprema del martirio?, ¿y si nos toca a nosotros?, ¿quién está seguro al pensar en la agonía final? si hasta los santos más santos rogaban en vida a Dios que los fortalezca en el momento de la muerte y que Se apiade de ellos…

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