Por Myriam Altolaguirre
Escuchamos a diario cantidad de “noticias” referidas a la persecución que sufren los cristianos en los alrededores del Mar Mediterráneo. Siria, Iraq, Egipto son algunos de los países que más resuenan en nuestros dolidos oídos.
Decimos “noticias” por utilizar
una palabra, pues es evidentísimo el silencio descarado que se está cerniendo
sobre este asunto. Solamente algunas páginas web, la mayoría católicas (Aciprensa, S.O.S Cristianos en Siria, Diario
el prisma, infobae, aleteia…), le dedican tiempo a esta
cruda realidad que está viviendo la Iglesia en Oriente Medio. Y, por supuesto,
si la cosa cuenta con drama (como el sufrimiento de los niños) y escenas
cruentas, pues entonces sí es noticia en El Trece.
¿Nos asombra esta mudez, este
disimulo y ocultación? Sí, asombra porque es tremendo. Asombra porque “nadie
hace nada”. Asombra porque entre las personas “escandalizadas” que hayan
escuchado algo del tema, nos enteramos que el mundo está votando por twitter y
face los modos de torturar a un cristiano. Asombra porque es una afonía
diabólica y mundana…
Y justamente por esto último
debiera traernos seguridad y un renovado amor a la Iglesia. ¿Qué signo más
evidente que éste para entender que es la Única Verdadera?, ¿qué muestra más real queremos que nos dé el maligno para
manifestarnos su odio infinito por los verdaderos hijos de Dios? Hasta ahora,
ningún mormón, testigo de Jehová, budista o indú ha sido siquiera interrumpido
en sus prácticas religiosas; menos aún perseguido y asesinado. Por lo menos ninguna
de esas creencias es tan detestada como la católica, ni han sufrido jamás hostigamientos
como los nuestros.
Unido al motivo religioso, está
el móvil histórico. Claro, es que la Historia no se entiende sin el
Cristianismo, bálsamo que le otorga sentido y coherencia.
Yendo al quid de la cuestión: los musulmanes nos odian. Su yihad, comenzada allá por el siglo VII
de la era cristiana, no ha de acabarse o detenerse porque estemos en pleno
siglo XXI, paladín en todas las formas de tolerancia y libertad humanas.
Ninguno de los sentimientos de esta temible y teocrática religión, para con
nosotros, los cristianos, han cambiado; eso lo podemos aceptar como verdad de
fe.
Si supiésemos quiénes son en
realidad esos terroristas que vemos en las películas de acción yanquis… Si
estudiásemos Historia veríamos con claridad el motivo de tanta matanza sin
pizca de piedad. No estamos hablando de “una guerra más” o de “unos cuantos
atentados más en la lista de estos locos fanáticos”… no, no.
La complicada relación comenzó
con Isaac e Ismael. Hijos de Abraham, uno legítimo y el otro no; uno tuvo por
madre a Sara, esposa del patriarca, y el otro a Agar, sierva de la casa; uno
fue el depositario de la promesa, el otro fue bendecido también con una enorme
prole. Ambos, padres de dos naciones importantísimas y cruciales: Isaac del
pueblo judío, y de los ismaelitas o árabes, cientos de años más tarde, en el
siglo VI, surgirá Mahoma y con él la religión islámica. Un gran misterio envuelve
al musulmán. Ellos son los descendientes de nuestro hermanastro, entendiéndonos herederos de Isaac.
Como bien explica H. Belloc, el
islam es la herejía más grande que ha surgido de la Iglesia, la más duradera y
la que más hará tambalear la Barca de Pedro en los últimos días. Porque siendo
herejía, se convirtió en una religión aparte, cazadora del cristianismo (a
quien debe su origen) y persistente hasta nuestros días. Mahoma presentó una
religión con muy pocas de las ideas paganas de su raza, pero en cambio, bañada
de doctrina cristiana; eso sí, relajadísima, sin tantas “trabas morales”, ni
saturada de ritos inentendibles (todos los sacramentos), más “humana y
sensual”.
Desde su nacimiento el islam ha
luchado para conquistar y convertir por medio de la violencia a territorios y
hombres. Su gran y primera expansión, con la que arrasaron la mitad de la
civilización cristiana invadiendo todo el Levante cristiano, África y España,
fue causa de las cruzadas; cuando
tomaron los Santos Lugares sometiendo y matando a cristiano que se les cruzara,
e impidiendo el paso de las peregrinaciones. Esta guerra, iniciada en el año
1095 con el Concilio de Clermont, duró “oficialmente”,
sin contar anteriores y posteriores luchas diríamos independientes, 200 años en su frente oriental; y 800 años en suelo
español, desde el 711 hasta 1492.
Es decir, que fueron el telón de
fondo de toda la Cristiandad o Edad Media, como se la conoce. Y sólo la
resistencia esforzada y valerosa de nuestros antepasados, y la intercesión
divina siempre a nuestro favor, nos preservó del ataque y destrucción.Pero en
las cruzadas fracasamos al no aniquilar por completo la temible herejía… si así
hubiese sido, hoy quizás no nos lamentaríamos al leer Aciprensa.
Dice Belloc que nunca antes un
ataque a la Europa cristiana había sido tan violento y súbito, y, encima,
duradero. El islam es la única herejía que ha sobrevivido y fortalecido porque
surgió fuera de la Iglesia y se
siguió alimentando de “conversos” paganos. Y no de cualquiera, sino de los
asiáticos, que poseen esa uniformidad de
ánimo, como la llama nuestro autor, que los hace fácil de homogeneizar, más
todavía, presentando una religión distinguida por su simplismo y teocracia.
El enfrentamiento entre Europa y
Asia es histórico. Y está plasmado en sus religiones. Isaac e Ismael. Eso no
cambiará. Desde la conquista romana hasta el surgimiento islámico, la marea corrió hacia el Este; pero con la
propagación musulmana la marea empezó a fluir hacia el Oeste. A partir de
entonces, serán constantes sus intentos por destruir la Cristiandad. El último
y más grande fue a fines del siglo XVII, cuando ya Viena había sido tomada; nos
salvamos gracias al ejército cristiano del Rey de Polonia.
Lo que pasó en el siglo siguiente,
fue que el poder musulmán decayó en cuanto a lo material. Hoy no podemos
imaginarnos los lujos culturales y materiales de una civilización islámica en
apogeo, como sí la conocieron los europeos de esa época. Ellos pensaban en los
musulmanes como nosotros en los socialistas-ateos; la posibilidad de ataque era
siempre actual y poderosa.
Pues bien, es muy probable que la
resurrección musulmana se dé de un momento a otro, y el formidable conflicto
entre la cultura cristiana y su mayor oponente por más de mil años, se renueve.
Porque lo que éstos han perdido, es el poder temporal y material; factible de
recuperar. Pero la adhesión de millares de personas (que siguen aumentando
mientras los europeos abortan y dejan de criar) y su inconvertibilidad
acérrima, siguen en pie. Esto último es un punto grave a considerar: el
mahometano nunca se hace católico.
Los intentos de misioneros cristianos no dieron fruto en más de 500 años de
trabajo, desde San Francisco Javier, y no lo darán, más que alguna conversión
personal por obra directa de la Misericordia de Dios.
Para concluir con este tema que
nos brinda entusiasmo para escribir 100 páginas más, Hilaire Belloc afirma
sabiamente que las culturas surgen de las religiones. Varios autores y
pensadores críticos de la realidad actual (entre ellos, el autor que venimos
siguiendo H. Belloc, Calderón Bouchet y John Senior), aseguran que estamos
asistiendo, en primera fila, a la destrucción de la civilización cristiana.
Repetimos destrucción de la civilización
cristiana.
“Bueno… -pensará la mayoría-¡qué
exageración! nos quedamos sin tantos curas, sin los tabú de temas como aborto y homosexualidad… y nada más; seguimos
igual. ¿Qué tanto problema?”. Nos quedamos sin nada de lo que hasta ahora hemos
tenido. Es la caída de Roma actual… se nos viene el fin del mundo. En realidad,
no somos muy capaces de advertir con seriedad tal cambio porque somos hijos de
nuestro tiempo, y ya estamos inmersos en la revolución. Pero cualquiera que vea
un poco más allá de sus narices percibe el cambio radical en el modo de vida
que llevamos y el ataque constante, monótono y tenaz hacia “las cosas” que
desde siempre han sido así (gracias a las sólidas bases greco-romano-cristianas
que tenemos); hacia valores, conceptos e instituciones, diríamos, tradicionales… la religión y la Iglesia,
la Patria, el trabajo, la Historia, la familia, el matrimonio, la procreación,
la sexualidad y el pudor, la obediencia versus libertad, etc., etc. Y todo lo que
cada “valor tradicional y cristiano” supone y arrastra consigo.
Bien. ¿Qué credo vendrá a
sustituir al católico/cristiano? Un nuevo orden mundial se impuso después de la
Gran Guerra, el de la democracia como estilo
de vida. Pero este absurdo laicismo ¿será suficiente?, ¿se mantendrá
subsistente? No lo sabemos. Por otro lado, como bien comenta el historiador
inglés, el islam no es opuesto al progreso y bienestar económico-científico que
el liberalismo alaba, más aún, lo promueve; sí es contrario a
la democracia... pero su fuerza avasalladora, sea por fuerzao convicción, es
enorme.
Recapitulando un poco, acerca de
nuestros hermanos cristianos que en este mismo momento están sufriendo de todas
las maneras imaginables en las que puede sufrir un hombre, nos vienen a la
cabeza varios pensamientos.La Comunión de los Santos es una verdad de Fe que
muy pocas veces tenemos presente. Somos un Cuerpo Místico. Estamos unidos y
relacionados. Nuestras flaquezas y negligencias repercuten en toda la
Iglesia.Lo menos, lo indispensable que debemos hacer, por justicia para con
Dios y con el prójimo (ni siquiera es caridad, sino un deber) es hacer bien lo
que nos toca.
No nos olvidemos de los
cristianos perseguidos, no nos acostumbremos a escucharlo en las noticias y
"admirar" horrorizados las torturas. ¡No podemos olvidarlos!, ¡no
debemos! ¿Quién está exento acaso del sufrimiento y de la prueba suprema del
martirio?, ¿y si nos toca a nosotros?, ¿quién está seguro al pensar en la agonía
final? si hasta los santos más santos rogaban en vida a Dios que los fortalezca
en el momento de la muerte y que Se apiade de ellos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario