Por Guillemette Lestang[1]
Fue gracias a este reglamento
extremadamente riguroso que las “Brigadas Santa Juana de Arco” pudieron actuar
sin ser descubiertas hasta 1929. Muy pocas mujeres fueron arrestadas antes de
marzo de 1929, Sin embargo, “La Liga”, incapaz de crear semejante organización,
quiso controlar las Brigadas, a lo que ellas se opusieron. Entonces, la Liga las presentará en Roma como
una sociedad secreta. Para ellas, el secreto no era más que para resistir mejor
en un estado de guerra y protegerse de la delación. A pesar de la incomprensión
de los “católicos de salón” y los miedos del episcopado, alejados de su rebaño,
las BiBi continuaron sacrificándose hasta el heroísmo para asistir a los
Cristeros en todas sus necesidades en el combate. Denunciadas repetidamente en Roma, la curia
pidió que cesara el juramento de obediencia y de secreto. Fieles a la Iglesia,
las dirigentes de las Brigadas dejaron de exigirlo y sus efectos no se hicieron esperar: La Brigadas que
habían tenido en jaque al gobierno de Calles sin que éste pudiera desmantelar
la organización, comenzaron a ser infiltradas. Durante el verano del año ´29,
numerosas militantes fueron arrestadas, violadas, torturadas, deportadas a las
islas Santa María o asesinadas (pero nunca sin ser torturadas).
Así,
Luis Rivero del Val nos relata el heroísmo de una joven de las Brigadas de 15
años, caída en una emboscada mientras
transportaba vendajes y municiones:
“Su juventud y su belleza, desde el primer
instante, provocaron los instintos más bajos de sus carceleros, que desgarraron
sus vestiduras y la sometieron a interrogatorios interminables. Ellos querían
que les diera información sobre la organización de las Brigadas, los nombres de
sus jefes, sus lugares de encuentro. Ella, mientras tanto, fiel a su juramento,
permanecía obstinadamente muda, guardando sus labios fuertemente cerrados. Solo
el color de su cara y el brillo de sus ojos mostraban sus sentimientos de
indignación, de vergüenza y de terror.
- Tú tienes el orgullo de una virgen, pero si
persistes en tu silencio, te libraré en el acto a mis soldados”, rugió el
oficial. Éstos aplaudieron con estallidos de risa.
La joven niña murmuró una oración y
levantando los ojos hacia el cielo, se negó con la cabeza.
- “Agárrenla, es de ustedes”, rugió el jefe
lleno de rabia.
Hugues
Kéraly añade: “Cuando dejó de serles
útil, los federales fueron privados del placer de cortarle los pechos. María
había entregado su alma a Dios”.
En
tres años de guerra, del lado de las Brigadas femeninas Santa Juana de Arco, no
hay una sola defección conocida. ¿Qué organización de resistencia política
puede decir lo mismo?
¿Cómo
explicar el coraje de estas mujeres mejicanas y el sacrificio de ellas mismas
durante toda la “Cristiada”?
Anacleto González Flores escribió
en su diario “La Palabra” del 21 de octubre de 1917: “Las sociedades son lo que son lo que la mujer quiere ser”. Este
pensamiento extremadamente profundo es una de las claves para comprender al
pueblo mexicano durante los años de 1917 a 1930. Sin la piedad de sus mujeres,
el sostenimiento de Mexico cristiano en 1926 es difícil de imaginar. “Si hubo débiles y fuertes durante la
génesis del movimiento, fue el coraje, el sacrificio de las mujeres que todo lo
ha hecho… En medio de las furias apocalípticas del gobierno, el complot de los
diabólicos miedos del alto clero, fue la
santidad de miles de madres que prepararon para Cristo millares de santos”
escribe Hugues Kéraly en su libro sobre los Cristeros.
Ellas poseían una Fe alegre,
fuerte, simple que se cuida de la exaltación. Ellas piden a sus maridos “ser
hombres”. Las madres, las esposas, las hijas, todas ellas ofrecieron su vida
por defender a Cristo Rey.
De
tales madres, tales hijos.
Acá tenemos que contar varios
hechos, contar también la grandeza de esas madres y de sus hijos criados por
ellas en el espíritu de Jesucristo.
A la época del boicot, en
Guadalajara, un niño que distribuía panfletos para este fin, le da uno a un
esbirro del Estado que enseguida le pregunta quién se los había dado. El niño
no quiso responder. ¿No me quieres decir
nada? Veamos si en la comisaría te quedas todavía callado. En la comisaría
el niño no habló más. El comisario, loco de rabia, agarró un látigo y lo golpeó
hasta sangrar. “No me pegue, no sea malo”,
gritaba el niño, “habla y paro”. El
niño se calló y dejó de quejarse. Entonces, el comisario lo hizo encerrar y
llamar a su madre que llegó pronto, muerta de inquietud. El comisario ordenó a
la madre que hiciera hablar a su hijo.
La madre miró con amor a su hijo,
el niño miró a su mamá, cada uno reconfortándose en la mirada decidida del otro
y… los dos quedaron en silencio. Entonces, desvistieron al niño, la madre
estalló en lágrimas al ver el estado en que habían dejado a su hijo y más aún
al ver que retomaron la golpiza. Ella quiso interponerse, pero se lo impidieron
“No le peguen más, péguenme a mí”,
gritaba la madre sucesivamente. “Decíle
que hable y paro”, y la madre sollozando dijo: “No digas nada hijo mío, no digas nada”. El comisario redobló los
golpes, torciendo los brazos del niño hasta romperlos. Perdió el conocimiento.
“Vaya, vieja infame, llévese a su hijo”.
Como una loca, ella llevó a su pequeño para curarlo en su pobre choza y lo cubrió
con su rebozo (una cobertura que se encontraba en las casas de todos los
paisanos). Estaba desnudo y ensangrentado. Ella depositó el cuerpo muerto, y ya
sin vida. Pero había salvado a otros y su madre a ejemplo de Nuestra Señora,
estuvo como ella al pie de la Cruz.
He aquí otro hecho que se produjo
en San Juan de los Lagos en el estado de Jalisco. En los comienzos del
conflicto religioso, la población organizó una gran manifestación pacífica
contra los perseguidores de la Iglesia. La población desfiló por las calles con
pancartas e inscripto en sus sombreros o en su pecho, el grito convertido en
lema “Viva Cristo Rey”.
Al final de la manifestación que
un niño había admirado con amor, regresó a jugar con sus amigos. Varias horas
más tarde, pasó por la calle un grupo de gente armada pro gobierno que no se
habían animado a enfrentarse con el pueblo. Vieron jugando a los niños a las
bolitas y que uno de ellos, José Natividad, lucía sobre su sombrero la divisa
sagrada de los Cristeros. Entonces el jefe del grupo se acercó al niño:
-“Sácate eso que está escrito en tu sombrero, pibe”.
-
¿Qué me lo saque? Jamás. ¡Viva Cristo Rey!
-
Si no te lo sacas, te vamos a fusilar, amenazó el oficial.
El padre del niño, viendo la
agitación, se acercó y preguntó qué pasaba. Cuando fue puesto al tanto,
conociendo la brutalidad de los esbirros, le dijo a su hijo:
- Hijo
mío, quítate esa divisa, la autoridad lo pide.
El niño ante sus palabras se
enderezó estupefacto, pues ¡nunca había visto semejante cobardía en su padre!
- ¿Cómo
papá que me lo saque? ¿No te acuerdas que mama, delante de ti, me dijo que
nadie me lo podía hacer sacar? No me lo saco…
El oficial agarró su arma y tiró a
quemarropa sobre niño que se desplomó muerto ante los ojos de su padre. El
recogió a su hijo para llevarlo a su casa. De su corazón la sangre fluía y la
pelotita estaba apretada en su pequeña mano.
La muerte del pequeño José
muestra otra vez, hasta qué punto los niños rendían homenaje con su coraje al
fervor de sus mamás profundamente cristianas.
Un último homenaje aquí, a la
madre un gran jefe católico, Luis Navarro Origel, que tenía 10.000 Cristeros
bajo sus órdenes. Cuando su madre, Doña Guadalupe, se enteró de su muerte y de
la de otro de sus hijos, también jefe cristero, ella dijo: “Yo ofrecí la vida de mis cuatro hijos. Nuestro Señor, sin embargo, se
ha mantenido por debajo de la cuenta, sólo se ha llevado dos”.
Con estas pequeña historia sobre
lo que fueron las Mejicanos durante la Cristiada, nosotras mujeres de Francia[2],
queremos rendirles un homenaje póstumo y expresar nuestro reconocimiento por el
ejemplo que nos han dado todas estas maravillosas madres, esposas y jovencitas
del Méjico Católico. Ellas han elegido como patrona a una santa de Francia.
Guerreras como nuestra Juana, han actuado en las sombras, verdaderas centinelas
de lo invisible, como bien a dicho San Juan Pablo II, y fue bajo su impulso que
la mayoría de los hombres se comprometieron en la lucha, y gracias a ellas que se
pudieron pelear para que reine en su hermoso país Jesucristo, Nuestro Señor.
Con los campesinos mejicanos,
escuchemos este canto que recorre las ciudades:
Es la
dama mexicana
Flor
que recuerda simbólica
Algo a
Isabel la Católica
Y algo
a la guadalupana.
Para terminar este homenaje, dejo
la palabra a un campesino mexicano:
…
“Y créanme, compadre Aurelio, que para estas mujeres tan buenas
Hay
un lugar en la historia y una corona en el Cielo.
Y
estoy seguro compadre, que todos los nombres de estas mujeres heroicas
En
el Cielo están escritos
Porque
con su sangre y sus tormento
Ellas
hicieron triunfar
A los soldados de Cristo
[1] Primera
parte del artículo: http://centinelasanrafael3.blogspot.com.ar/2014/06/el-papel-de-las-mujeres-durante-la_19.html
[2] Tranquilamente podemos hacer
nuestras las reflexiones de la autora aplicándolas a nuestra amada Argentina.
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