domingo, 18 de mayo de 2014

María Josefa Roco, una indígena poco indigenista

Por Fernando

En este artículo pretendemos tratar de modo sucinto dos cuestiones muy vinculadas y al mismo tiempo paradójicas o contradictorias. Una es sobre la participación de los indígenas pehuenches en la historia de la fundación del Fuerte de San Rafael del Diamante; y otra, sobre uno de los coletazos de la ideología marxista en la América latina: el indigenismo.


La fundación de un nuevo fuerte

En su libro El Fuerte de San Rafael del Diamante, la profesora María Elena Izuel nos cuenta lo siguiente:

“En las expediciones que realizó Teles Menezes hasta el río Diamante y aún más al Sur, se dio cuenta de las ventajas de construir un fuerte en ese sitio, ya que lo consideraba de ubicación mucho más estratégica que el fuerte de San Carlos. Le comunicó este proyecto a Amigorena quien lo elevó a su superior, en ese momento el gobernador intendente de Córdoba del Tucumán, marqués Rafael de Sobremonte, quién luego de estudiar las ventajas expresó que veía como “muy conveniente la instalación de ese fuerte”, hecho recién concretado al ser designado virrey.
En el informe que le presentó Sobremonte al entonces virrey Nicolás de Arredondo sobre el estado de las fronteras, al explicar la de Mendoza expuso:

“…en las disposiciones para la precisa defensa (…) se ha estimado utilísimo otro Fuerte más avanzado y mayor número de Tropa Partidaria para el alivio de las fatigas que padecen los vecinos de Mendoza, en continuos Destacamentos de auxilio y salidas contra los infieles…”[1]

Pero no eran sólo los españoles los interesados en la fundación del fuerte, veamos ahoracómo los mismos indígenas se incumbieron respecto a la fundación del Fuerte y el vínculo amical que tuvieron con los españoles.
Seguimos citando el libro ya mentado:

“En 1800 había fallecido el cacique Roco, padre de la cacica María Josefa e importante cacique de los pehuenches. Su muerte generó problemas entre los hijos de éste y las tribus puelches de Guelecal, pues (…) decían que la muerte se había producido por un mal que le había hecho Guelecal.
Esta era una creencia muy arraigada en los aborígenes, por lo que comenzaron las malocas entre ellos, buscando vengarse. Según los documentos hallados, en apreciación de los españoles, el cacique ya estaba muy viejo y casi ciego, por lo que habría muerto de forma natural.
(…) Como en 1804 el problema no se solucionaba, sino que cada día se extendía más, en una visita a Mendoza que hizo la cacica María Josefa Roco se enteró que don Rafael de Sobremonte había sido designado virrey del Río de la Plata, por lo que decidió viajar a entrevistarlo a Buenos Aires y pedirle la fundación de un fuerte que volviera a traer la paz que se había perdido entre las tribus.[2]
(…) Aproximadamente en setiembre de 1804, la cacica María Josefa Roco, el Cacique Caripán… y sus sobrinos, María del Carmen y Juan Neculante, partieron hacia Buenos Aires en un viaje largo y penoso, ya que las pampas estaban en poder de tribus indígenas rivales.
(…) Los caciques llegaron a Buenos Aires en el mes de octubre de 1804 y se alojaron en la casa del Virrey, donde compartieron gratos momentos con su familia…El día 3 de octubre se presentaron en el Consulado de Buenos Aires, siendo recibidos por el secretario don Manuel Belgrano…
(…) Se les preguntó si sabían que había un rey de España, Señor de estos dominios. Les mostraron los retratos del rey, de la reina y les consultaron si querían sujetarse a su dominación y si deseaban ser cristianos católicos y tener iglesia en sus tierras: a todo respondieron afirmativamente.(…) Luego de la firma del acta, Sobremonte le escribió al comandante de armas de Mendoza don Faustino Ansay para comentarle lo ocurrido en Buenos Aires:

“Los Caciques Pehuenches… se hallan en esta Capital muy complacidos… y desean subsistir para entrar en el Parlamento con los Caciques de estas Pampas en el mes de noviembre próximo por los fines importantes al servicio del Rey y bien de estas Fronteras, lo que aviso a V.M. para que… sepan el motivo y estén satisfechos al acuerdo pedido que se les instruya en mi Fe porque desean ser cristianos y que se les ponga sacerdote conversor o cura indicando al Padre Fray Francisco Inalicán Religioso observante que se halla en el Convento de esa ciudad y también que se verifique la traslación del Fuerte de San Carlos al Atuel en su confluencia con el Diamante, y como esto es tan ventajoso a la idea de ir adelantando las Fronteras…”[3]

Como queda demostrado, hubo aquí en nuestras tierras una sana y conveniente sumisión indígena a las reducciones de los católicos españoles que avanzando sus fronteras acogieron estas tribus, abrazaron estos pobladores y, en armónica y respetuosa asociación, convivieron en pasividad y orden social. Quede claro que no fue por medios coercitivos, no fue por coacción militar, no fue por violencia tiránica; sino todo lo contrario, teniendo en consideración importante la dignidad y los derechos de los aborígenes americanos.

Leyenda negra: la falacia indigenista

Ahora reflexionemos sobre una problemática actual, efecto pútrido del pensamiento marxista imperante en nuestro país.



El doctor Antonio Caponnetto, en su libro Hispanidad y Leyendas Negras, nos dice:

“Apresurados en disparar sus dardos, los repetidores de leyendas negras no reparan siquiera en las contradicciones que cometen. Y simultáneamente, sin lógica alguna, endilgarán a los españoles (…) un sinfín de acusaciones y reprobaciones que miradas en su conjunto terminan por resultar inevitablemente absurdas, a fuer de incompatibles”[4].

Varios son los tópicos dialécticos que imprecan contra la Hispanidad. El más significativo o famoso es el de calificar de tiránicos opresores a los españoles y de mansos oprimidos a los nativos que indefensos perdieron sus derechos ante la avasallante conquista. Paradójicamente, la Historia muestra una perspectiva más realista: alegando varios testimonios en América latina de impresionante sumisión y entrega confiada a la protectora mano española que enarbolaba la cruz de Cristo y transmitía la cultura occidental.
Pero ¿por qué hoy se vilipendia tanto a la gran hazaña conquistadora? Por dos cosas: por pura ideología y por pura aversión a la Verdad.
Leamos a modo de conclusión unas palabras de Caponnetto sobre las vigentes políticas indigenistas:

“Los indios, como los pobres y los desvalidos, no son más que un recurso sociológico y un canal electoral. Solicitados a la hora de los sufragios e invocados en las campañas demagógicas por líderes políticos, son olvidados o utilizados desde el ejercicio del poder. Es que al marxismo –y esto ha sido dicho por sus protagonistas- los desheredados no le interesan en cuanto debilidad que necesita ayuda, sino en cuanto fuerza organizable que pueda apoyarlo. No son sus sentimientos los que tratan de entender y encauzar sino sus resentimientos los que quieren movilizar revolucionariamente. Por eso, les es más redituable conservar el estado de desheredad que de prosperidad, el proletariado indigente que la justicia social.”[5]







[1]María Elena Izuel, El Fuerte de San Rafael del Diamante, Buenos Aires, 2007, pág. 175.
[2]María Elena Izuel, El Fuerte de San Rafael del Diamante, Buenos Aires, 2007, pág. 180-181.
[3]María Elena Izuel, El Fuerte de San Rafael del Diamante, Buenos Aires, 2007, pág. 182-183.
[4] Antonio Caponnetto, Hispanidad y Leyendas Negras, Buenos Aires, Ediciones Nueva Hispanidad, 2002, pág. 115-116.
[5]Antonio Caponnetto, Hispanidad y Leyendas Negras, Buenos Aires, Ediciones Nueva Hispanidad, 2002, pág. 155.

4 comentarios:

  1. Un caso similar al de San Rafael es el que doscientos cincuenta años antes sucedió previo a la fundación de Mendoza. Como vemos, parece que los postulados indigenistas muchas veces se caen cuando se constata la realidad y se analizan las fuentes.
    ¡Un muy buen aporte al análisis!

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  2. Parece que cuando uno mira con atención la realidad y estudia las fuentes, las cosas no son tan como quiere la ideología... Por algo será que el mismísimo Galeano ahora dice que se arrepiente de haber escrito "Las Venas abiertas de América"... Y tantos profesores lo siguen usando como bibliografía obligatoria! ¡Si ni siquiera el propio autor se citaría!

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  3. Impresionante historia, no sabía que el marxismo puede influir tanto. Todas las críticas a la colonización son marxistas. Todos los que no piensan como yo son marxistas. Es tan fuerte la influencia del marxismo que también lo hace para atrás: también influyó en Fray Antonio Montesino tres siglos antes, cuando se quejaba ante el buen rey don Fernando, por los malos tratos a que eran sometidos los sumisos y pasivos indígenas.

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