Por Fernando
En este artículo pretendemos tratar de
modo sucinto dos cuestiones muy vinculadas y al mismo tiempo paradójicas o
contradictorias. Una es sobre la participación de los indígenas pehuenches en
la historia de la fundación del Fuerte de San Rafael del Diamante; y otra,
sobre uno de los coletazos de la ideología marxista en la América latina: el
indigenismo.
La fundación de un nuevo fuerte
En su libro El Fuerte de San Rafael del Diamante, la profesora María Elena
Izuel nos cuenta lo siguiente:
“En
las expediciones que realizó Teles Menezes hasta el río Diamante y aún más al
Sur, se dio cuenta de las ventajas de construir un fuerte en ese sitio, ya que
lo consideraba de ubicación mucho más estratégica que el fuerte de San Carlos.
Le comunicó este proyecto a Amigorena quien lo elevó a su superior, en ese
momento el gobernador intendente de Córdoba del Tucumán, marqués Rafael de
Sobremonte, quién luego de estudiar las ventajas expresó que veía como “muy
conveniente la instalación de ese fuerte”, hecho recién concretado al ser
designado virrey.
En
el informe que le presentó Sobremonte al entonces virrey Nicolás de Arredondo
sobre el estado de las fronteras, al explicar la de Mendoza expuso:
“…en
las disposiciones para la precisa defensa (…) se ha estimado utilísimo otro
Fuerte más avanzado y mayor número de Tropa Partidaria para el alivio de las
fatigas que padecen los vecinos de Mendoza, en continuos Destacamentos de
auxilio y salidas contra los infieles…”[1]
Pero no eran sólo los españoles los
interesados en la fundación del fuerte, veamos ahoracómo los mismos indígenas
se incumbieron respecto a la fundación del Fuerte y el vínculo amical que
tuvieron con los españoles.
Seguimos citando el libro ya mentado:
“En
1800 había fallecido el cacique Roco, padre de la cacica María Josefa e
importante cacique de los pehuenches. Su muerte generó problemas entre los
hijos de éste y las tribus puelches de Guelecal, pues (…) decían que la muerte
se había producido por un mal que le había hecho Guelecal.
Esta
era una creencia muy arraigada en los aborígenes, por lo que comenzaron las
malocas entre ellos, buscando vengarse. Según los documentos hallados, en
apreciación de los españoles, el cacique ya estaba muy viejo y casi ciego, por
lo que habría muerto de forma natural.
(…)
Como en 1804 el problema no se solucionaba, sino que cada día se extendía más,
en una visita a Mendoza que hizo la cacica María Josefa Roco se enteró que don
Rafael de Sobremonte había sido designado virrey del Río de la Plata, por lo
que decidió viajar a entrevistarlo a Buenos Aires y pedirle la fundación de un
fuerte que volviera a traer la paz que se había perdido entre las tribus.[2]
(…)
Aproximadamente en setiembre de 1804, la cacica María Josefa Roco, el Cacique
Caripán… y sus sobrinos, María del Carmen y Juan Neculante, partieron hacia
Buenos Aires en un viaje largo y penoso, ya que las pampas estaban en poder de
tribus indígenas rivales.
(…)
Los caciques llegaron a Buenos Aires en el mes de octubre de 1804 y se alojaron
en la casa del Virrey, donde compartieron gratos momentos con su familia…El día
3 de octubre se presentaron en el Consulado de Buenos Aires, siendo recibidos
por el secretario don Manuel Belgrano…
(…)
Se les preguntó si sabían que había un rey de España, Señor de estos dominios.
Les mostraron los retratos del rey, de la reina y les consultaron si querían
sujetarse a su dominación y si deseaban ser cristianos católicos y tener
iglesia en sus tierras: a todo respondieron afirmativamente.(…) Luego de la
firma del acta, Sobremonte le escribió al comandante de armas de Mendoza don
Faustino Ansay para comentarle lo ocurrido en Buenos Aires:
“Los
Caciques Pehuenches… se hallan en esta Capital muy complacidos… y desean subsistir
para entrar en el Parlamento con los Caciques de estas Pampas en el mes de
noviembre próximo por los fines importantes al servicio del Rey y bien de estas
Fronteras, lo que aviso a V.M. para que… sepan el motivo y estén satisfechos al
acuerdo pedido que se les instruya en mi Fe porque desean ser cristianos y que
se les ponga sacerdote conversor o cura indicando al Padre Fray Francisco
Inalicán Religioso observante que se halla en el Convento de esa ciudad y
también que se verifique la traslación del Fuerte de San Carlos al Atuel en su
confluencia con el Diamante, y como esto es tan ventajoso a la idea de ir
adelantando las Fronteras…”[3]
Como queda demostrado, hubo aquí en
nuestras tierras una sana y conveniente sumisión indígena a las reducciones de
los católicos españoles que avanzando sus fronteras acogieron estas tribus,
abrazaron estos pobladores y, en armónica y respetuosa asociación, convivieron
en pasividad y orden social. Quede claro que no fue por medios coercitivos, no
fue por coacción militar, no fue por violencia tiránica; sino todo lo
contrario, teniendo en consideración importante la dignidad y los derechos de
los aborígenes americanos.
Leyenda negra: la falacia
indigenista
Ahora reflexionemos sobre una
problemática actual, efecto pútrido del pensamiento marxista imperante en
nuestro país.
El doctor Antonio Caponnetto, en su
libro Hispanidad y Leyendas Negras,
nos dice:
“Apresurados
en disparar sus dardos, los repetidores de leyendas negras no reparan siquiera
en las contradicciones que cometen. Y simultáneamente, sin lógica alguna, endilgarán
a los españoles (…) un sinfín de acusaciones y reprobaciones que miradas en su
conjunto terminan por resultar inevitablemente absurdas, a fuer de
incompatibles”[4].
Varios son los tópicos dialécticos que
imprecan contra la Hispanidad. El más significativo o famoso es el de calificar
de tiránicos opresores a los españoles y de mansos oprimidos a los nativos que
indefensos perdieron sus derechos ante la avasallante conquista.
Paradójicamente, la Historia muestra una perspectiva más realista: alegando
varios testimonios en América latina de impresionante sumisión y entrega
confiada a la protectora mano española que enarbolaba la cruz de Cristo y
transmitía la cultura occidental.
Pero ¿por qué hoy se vilipendia tanto a
la gran hazaña conquistadora? Por dos cosas: por pura ideología y por pura
aversión a la Verdad.
Leamos a modo de conclusión unas
palabras de Caponnetto sobre las vigentes políticas indigenistas:
“Los
indios, como los pobres y los desvalidos, no son más que un recurso sociológico
y un canal electoral. Solicitados a la hora de los sufragios e invocados en las
campañas demagógicas por líderes políticos, son olvidados o utilizados desde el
ejercicio del poder. Es que al marxismo –y esto ha sido dicho por sus
protagonistas- los desheredados no le interesan en cuanto debilidad que
necesita ayuda, sino en cuanto fuerza organizable que pueda apoyarlo. No son
sus sentimientos los que tratan de entender y encauzar sino sus resentimientos
los que quieren movilizar revolucionariamente. Por eso, les es más redituable
conservar el estado de desheredad que de prosperidad, el proletariado indigente
que la justicia social.”[5]
[1]María Elena Izuel, El Fuerte de San Rafael del Diamante, Buenos
Aires, 2007, pág. 175.
[2]María Elena Izuel, El Fuerte de San Rafael del Diamante, Buenos
Aires, 2007, pág. 180-181.
[3]María Elena Izuel, El Fuerte de San Rafael del Diamante, Buenos
Aires, 2007, pág. 182-183.
[4] Antonio Caponnetto, Hispanidad y Leyendas Negras, Buenos
Aires, Ediciones Nueva Hispanidad, 2002, pág. 115-116.
[5]Antonio Caponnetto, Hispanidad y Leyendas Negras, Buenos
Aires, Ediciones Nueva Hispanidad, 2002, pág. 155.
Genial!
ResponderEliminarUn caso similar al de San Rafael es el que doscientos cincuenta años antes sucedió previo a la fundación de Mendoza. Como vemos, parece que los postulados indigenistas muchas veces se caen cuando se constata la realidad y se analizan las fuentes.
ResponderEliminar¡Un muy buen aporte al análisis!
Parece que cuando uno mira con atención la realidad y estudia las fuentes, las cosas no son tan como quiere la ideología... Por algo será que el mismísimo Galeano ahora dice que se arrepiente de haber escrito "Las Venas abiertas de América"... Y tantos profesores lo siguen usando como bibliografía obligatoria! ¡Si ni siquiera el propio autor se citaría!
ResponderEliminarImpresionante historia, no sabía que el marxismo puede influir tanto. Todas las críticas a la colonización son marxistas. Todos los que no piensan como yo son marxistas. Es tan fuerte la influencia del marxismo que también lo hace para atrás: también influyó en Fray Antonio Montesino tres siglos antes, cuando se quejaba ante el buen rey don Fernando, por los malos tratos a que eran sometidos los sumisos y pasivos indígenas.
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